Julián Mora Gómez
El 2026 será un año de transición para Colombia. Cultivar la confianza, fortalecer instituciones y centrar el debate en ideas será clave para impulsar crecimiento, inversión y bienestar en medio de retos políticos y económicos. Lee más aquí.
Hace poco en una reunión de equipo revisamos las proyecciones económicas del 2026. En la mesa se habló sobre qué políticas funcionarían mejor para impulsar distintos sectores, cómo podría moverse la inflación y qué esperamos del comportamiento del consumidor. También sobre qué hace falta para que haya más inversión y empleo formal. Al final, la conversación derivó en lo que todos tenemos en mente para 2026 en Colombia: elecciones.
Los años electorales suelen traer discusiones sobre el futuro del país que son muy enriquecedoras. Creo firmemente que hablar de política, incluso en los ambientes laborales, con respeto y apertura, es fundamental para nutrirnos como ciudadanos.
En medio de esta discusión de pasillo entre abogados, economistas, comunicadores y psicólogos, entendí que para crecer al ritmo que queremos y resolver los problemas e inequidades que nos afectan como país necesitamos pensar en grande, tomar decisiones innovadoras y llevarlas a la práctica, pero, sobre todo, necesitamos volver a creer en el poder de las ideas que se construyen entre muchos. Necesitamos elevar el activo más importante para la economía, y también, para la democracia: la confianza.
La polarización, la desinformación y la deshumanización nos están haciendo caer en trampas, divisiones innecesarias y debates sin éxito. Colombia es uno de los países más polarizados del mundo, según el Trust de Edelman del 2024. Este hecho es un riesgo que no es menor en un año electoral; por eso necesitamos poner el foco del debate público en las propuestas que nos ayuden a construir un mejor futuro, y no en las peleas que desgastan y dividen lo que ya hemos logrado.
Colombia vive un momento decisivo. La economía ha venido creciendo de forma resiliente, no al ritmo que soñamos, pero sí de forma constante. El 2026 será un año de transición y es momento de hacer uso de nuestras ventajas competitivas como la ubicación geográfica, el talento, y los recursos naturales, para aprovechar las oportunidades latentes, romper el ciclo y sembrar mayores ganancias hacia el futuro.
Con un PIB proyectado del 3,0 %, el 2026 seguirá siendo un año impulsado por el consumo de los hogares, el flujo de remesas y la fortaleza del mercado laboral.
Sectores como el comercio, transporte, alojamiento, comidas, agro y turismo liderarán la expansión, mientras que la construcción y la industria empezarán a mostrar signos claros de recuperación. Asimismo, se abrirán oportunidades para la inversión extranjera directa en sectores distintos al minero-energético, especialmente en servicios.
A pesar del estancamiento de la inflación y las tasas de interés, la aceleración económica favorecerá el crédito y la inversión. Será clave mantener la prudencia fiscal y fortalecer los ingresos del Estado.
Por eso, debemos hacernos preguntas que serán esenciales para el próximo año: ¿cómo potenciar esa posible inversión que tendrá un repunte?, ¿qué sectores serán multiplicadores de bienestar y cómo estimularlos?, ¿cómo empoderar más a las regiones?, ¿cómo seguir impulsando la transformación digital, la preparación y productividad del talento? O ¿cómo navegar las relaciones comerciales internacionales?
¿Cómo logramos que las preguntas de fondo sean las que realmente importen y no nos perdamos entre tantas distracciones? Quiero volver a la conversación que tuve con todos los equipos y compartir algunas ideas sobre cómo hacer que las propuestas y el diálogo ocupen el lugar de la confrontación. Al menos en nuestras mesas, en nuestros espacios de trabajo.
Vamos un paso atrás. No podemos dar un debate técnico, sustentado y prometedor si las ideas ponen en riesgo alguno de los siguientes elementos básicos de un debate económico informado.
Balance entre libertades y límites. Nuestro modelo económico, lejos de ser una casualidad, es el resultado de décadas de disciplina fiscal, autonomía institucional y apertura responsable al mundo. La Constitución no es solo un conjunto de reglas: es una guía que nos ha permitido construir una economía que respeta la libertad de empresa, el trabajo y la iniciativa privada, sin olvidar que también existen límites que debemos cuidar y brechas que aún tenemos que cerrar para generar bienestar para todos. La base de nuestra economía es una mezcla de valores. Ideas que quiebran el balance hacia un lado, pueden estar diseñadas para captar nuestra atención y emoción, más que la razón.
Instituciones fuertes. Propuestas enfocadas en debilitar las instituciones afectan la confianza. Les leyes y el equilibrio de poderes públicos son la base de las democracias. Ideas que buscan pasar por encima de las instituciones para cumplir promesas económicas, en el largo plazo pueden resultar una trampa y afectar nuestra resiliencia y capacidad de atraer inversión.
Coherencia sin atajos. En la economía no hay fórmulas mágicas. Tenemos que desconfiar de las promesas que buscan aumentar al gasto al tiempo que bajan los ingresos. Lograr hitos en desempleo, en servicios públicos y sociales usualmente requieren un esfuerzo de inversión que el país hoy posiblemente no puede cubrir. Ideas pomposas, pero sin sustento, son poco creíbles.
Datos, datos, datos, pero verificados. No caigamos en la trampa de conversar sobre datos sin verificar su fuente o su contexto. Las instituciones financieras, los gremios, las universidades entregamos muchos análisis numéricos. Pero pueden ser usados para apoyar ideas que no necesariamente están relacionadas con el contexto para el que fueron creadas. Las cifras alarmistas y proyecciones futuristas sobre el comportamiento del dólar o la inflación son ejemplo de esto, y pueden ser utilizadas para buscar reacciones más emocionales, que impulsar ejecutables.
La economía necesita más aliados que enemigos. Ideas que buscan enfrentar sectores, que excluyen actores productivos radicalmente, que cortan relaciones y no tienden puentes para reconstruirlos, pueden tener detrás intereses que no son económicos. Impulsar el crecimiento, la prosperidad, la equidad necesita de muchas manos, ideas y motores. Las empresas son actores fundamentales en cualquier proyecto de país. Tienen una enorme capacidad para generar bienestar y contribuir al progreso colectivo.
El 2026 puede marcar el inicio de un nuevo ciclo de crecimiento sostenido, con estabilidad, inversión y confianza. Si seguimos fortaleciendo las instituciones y defendiendo los valores democráticos, Colombia no solo superará el desencanto, sino que se proyectará como una nación más fuerte, justa y unida.
Porque creer en la democracia es creer en nosotros mismos. Y ese futuro, si lo construimos con confianza, será prometedor.
Mientras la economía global se estabiliza, Colombia avanza, pero los desafíos en inflación, déficit fiscal y presión externa persisten. Descubre aquí un completo análisis de qué esperar para 2026 y toma decisiones con visión estratégica. Lee más.
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